Por: Javier Millán Gómez
Anthony Bourdain, fue un chef muy reconocido en Estados Unidos, salía también en “Discovery Travel and Adventure”, visitaba varios lugares en el mundo explorando su gastronomía. En una ocasión aseveró que la comida más rica es la comida de los pobres, dado que ellos aprovechan todos los elementos de la naturaleza y no se limitan. Como mexicanos eso nos hace mucho sentido, nos comemos las flores, las vísceras de los animales, insectos y otros alimentos que frente al mundo nos proyecta excéntricos, pero al mismo tiempo reconocidos por nuestra gastronomía.
Anthony Bourdain, fue un chef muy reconocido en Estados Unidos, salía también en “Discovery Travel and Adventure”, visitaba varios lugares en el mundo explorando su gastronomía. En una ocasión aseveró que la comida más rica es la comida de los pobres, dado que ellos aprovechan todos los elementos de la naturaleza y no se limitan. Como mexicanos eso nos hace mucho sentido, nos comemos las flores, las vísceras de los animales, insectos y otros alimentos que frente al mundo nos proyecta excéntricos, pero al mismo tiempo reconocidos por nuestra gastronomía.
Hace un par de años vi un documental en Netflix que me
inspiró a cocinar: Cooked. Me
marcó el pensar que la cocina es un ritual social, es decir que la comida se
prepara para los demás y es una forma en la cual civilizamos lo que consumimos,
contamos historias con la comida, heredamos recetas.
Comencé asando carne, calculando los puntos de cocción. Empecé
a prestar atención a los aromas de la comida, descubrí que cuando un hogar
mexicano huele bien se debe a los ajos y las cebollas asándose sobre un comal,
el olor es espectacular. Entendí que la clave de la cocina mexicana está en
esos dos ingredientes, no se puede pensar en un platillo mexicano ausente de
esos dos elementos.
Posteriormente realicé salsas con tomates y tomatillos,
experimentaba con la cantidad de sal y pimienta; le preguntaba a mi ancestro
inmediato, la heredera experimentada de los sabores: mi Madre, también lo es mi
abuela, pero la cercanía con la mujer que me dio a luz es mucho más estrecha.
Sus indicaciones estaban relacionada a los tiempos, el orden de los
ingredientes, las cantidades; aunque esto último lo fui determinando yo en la
medida que fuera probando lo que preparaba. Las madres mexicanas son excelentes
administradoras, saben hacer mucho con tan poco.
¿Qué tendrán los frijoles de
la abuela que resultan inigualables? ¡Sólo son frijoles!
Cuando me fui a vivir solo a la ciudad de Puebla, el gusto
por la cocina se fue acrecentando. Tenía que cocinar, no sólo ahorraba mucho
dinero, también descubría que me relajaba hacerlo era la válvula de escape a la
concentración laboral de planear, explicar y dar clases. En una ocasión preparé
unos camarones para unos Tacos gobernador. Chile poblano en julianas,
cebolla, mantequilla, sal, pimienta, orégano y medios kilo de camarones.
Tortillas de harina con queso Chihuahua y a comer.
Terminé con esos 500 gramos,
me asaltó el mal del jabalí, el del puerco, pero más salvaje. Pero me percaté
que había gastado demasiado en la comida de un día, los camarones no son una
proteína económica. Había gastado más que si hubiera ido a una cocina
económica. Me faltaba mucho para alcanzar la habilidad de las madres mexicanas,
cocinar no me generó ningún ahorro.
Tiempo después me aventuré a hacer un entomatado de res con
chambarete, lo hice como lo recomendó Mamá, hierbas de olor fue la clave en el
guiso; esta vez agregué algo que no estaba en la receta, salsa inglesa. Aunque
el corte de carne tardó en cocinar, me gustó mucho. Tanto que quería que
alguien más lo probara, que diera el visto bueno, pero no había nadie con quién
compartir estaba solo. Viví lo que el documental me había dicho, cocinamos para
los demás. Y nos gusta que los demás se maravillen con el alimento que hemos
preparado.
Cooked sugiere, si hay algo que quieres comer, en
lugar de comprarlo prepáralo tú. También al cocinar se resiste al consumo masivo.
El principal desafío del buen cocinero es el tiempo, es
difícil hacerlo cuando la vida laboral nos consume el día. Por eso una que otra
vez recurría a la comida a domicilio, las aplicaciones en los celulares vuelven
posible ese servicio. Sin delantal, Rappi o Uber Eats son las más comunes. Aún
así debía encontrar una forma de ahorrar sin gastar demasiado.
Lo primero que pude descubrir, es que a menudo, las
aplicaciones suelen enviar pedidos gratis, no hay un costo adicional al precio
de los alimentos indicados por el restaurante o comercio; siempre y cuando se
ubiquen en la ruta del repartidor, de esta forma podrás generar un ahorro, eso
sí, hay que dar propina al repartidor, es mejor hacerlo en sus manos para que
pueda reconocerse directamente por su servicio; dar la cara es la mejor imagen
para entregar una propina.
Pero no es suficiente el pedido con envío gratis, los
precios de la comida a domicilio a través de las aplicaciones se incrementan
hasta en un 20%. La solución es pedir comida que pueda durar unos dos o tres
días, los medios kilos de carne o pollo pueden constituir la mejor opción.
El otro consejo es aprovechar los cupones o las promociones
que lanzan las aplicaciones, muchas veces te restan cierta cantidad de dinero
en un consumo mínimo. Pero Uber Eats, por ejemplo, suele ser mañoso, sus
promociones buscan restarte 50 pesos en la compra mínima de 150; pero haciendo
el pedido ningún alimento te puede ajustar a gastar exactos 150 pesos, tienes
que pedir más para hacer válida la promoción.
Comer es un acto de comunión con nuestro cuerpo, debemos
ingerir lo que nos gusta y nutra nuestro cuerpo y alma, no lo que nos llene. La
vida ajetreada cada vez nos hace más vulnerables a consumir cualquier cosa, con
tal de seguir trabajado. El tiempo de disfrutar es valioso, no hagan otra cosa
que no sea comer cuando llegue el momento de alimentarse, busquen los alimentos
que más les gusten, los que disfrutan, preparen la comida en sus casas y
compartan; pues finalmente el ser humano trabaja para comer, lo demás es
secundario. Coman bien.
Tu lo dijiste: "la cercanía con la mujer que te dio a luz es más estrecha" pienso que comemos significantes, recuerdos, historias, aromas y sabores que nos recuerdan un momento que vivimos con la abuela, la madre, la familia, los amigos... Por eso la típica comida de moda como la llaman los chefs "comida de autor" o la comida de nitrógeno ya no es un alimento que disfrutemos, pienso que es aire, bloff, donde lo que importa es más el diseño, cómo se ve que el sazón del alimento que degustamos. Me gustó tu articulo y vale la pena cuestionarnos por estas cosas, a veces no nos detenemos a disfrutar los alimentos.
ResponderBorrarGracias, Bety. Sin duda la comida ha sido cargada simb´ólicamente de clasismo.
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