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El amor en cuarentena (Un ritual del ligue en tiempos del COVID-19)

Por: Javier Millán Gómez
Columna publicada en "El Sol de Toluca". Viernes 1 de Mayo 2020.
La columna pasada hablé de un experimento realizado en Tinder, describí cómo funciona y cuál fue mi experiencia cercana al uso de la plataforma y red social. Aún faltó por describir muchísimas cosas más, sobre todo porque como bien lo había mencionado al inicio de ese texto, en tiempos de contingencia sanitaria las nuevas tecnologías han fungido como válvula emocional y como mecanismo de interacción con personas que se encuentras distantes y refugiadas en sus casas.

Las comunidades digitales que se describen en cada una de las redes sociales mantienen una especificación en su funcionamiento, sin embargo, todas están orientadas a lo físico, es indispensable mirarse en esa plataforma y que los demás también nos miren. La vista es el sentido sobre explotado para conocer una realidad parcial de las personas, pero que trata de verse como algo total. El cuerpo lo es todo.

Justamente recordaba a una chica también en su perfil de Tinder, sugería que la siguieran en Instagram, de esta forma se anunciaba en la plataforma de citas para ganar seguidores en otra red social. – No acepto feos – era la condición escrita debajo de su cuenta escrita.

Byung-Chul Han, filósofo coreano, en “La expulsión de lo distinto” da cuenta de la crisis actual que enfrenta el mundo; es precisamente la angustia por no aceptarse diferente, frente a una sociedad que exige mantenerse igual a algo; ser blanco, atractivo, exitoso, delgado, etc. La depresión actual de los jóvenes está en la desesperación de no ser como los demás. Hay filtros en las aplicaciones que te aclaran la piel y se constituye una idea desesperada de lo igual, aunque tu color de piel sea opuesto hay un temor por no reconocerse diferente.

El aislamiento social ocasionado por la pandemia, nos está obligando a pensarnos de manera distinta y a ir lento en esa exasperación de no poder vernos físicamente. Las fotos retocadas en las redes sociales como Tinder alimentan un deseo de corroborarlo en el plano orgánico. No se puede, no podemos sentirnos con nuestros sentidos. Pero sí pensarnos.

Estar en cuarentena socializando a través de internet con alguien que amamos o con quién buscamos tener una relación; significa aceptar un tiempo indefinido para a estar juntos físicamente, por eso estamos orillados a pensar quién es el otro; categorizarlo, compararlo, recordarlo, asimilarlo y entenderlo. Pensar si esa persona es similar a mí o es distinta, y si aceptamos su forma de ser, antes de iniciar cualquier relación. Ahora no prestaremos atención a lo mundano, la gente ya no va a restaurantes, no viaja, ni visita lugares; se les acabó un contenido recurrente que materializa la forma en cómo nos percibimos con los otros.

El Covid-19 está poniendo un freno a un mundo acelerado donde urge conocerse, y el tiempo de ausencia nos permite extrañarnos, pensarnos y conocernos con cautela, pues es precisamente la prisa lo que muchas veces nos lleva a decepcionarnos de las personas.




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