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Mexicanos aislados, control incrementado. El año se termina

Por: Javier Millán Gómez
La ley de seguridad interior aprobada por el senado hace unos días; un decreto que permite que las fuerzas armadas puedan intervenir en amenazas a la seguridad interior en el país. La ley ha sido cuestionada por lo ambiguo de su redacción. Justamente recordé a un maestro en la universidad: “La ley tiene que ser ambigua para que aquellos que tienen el poder, ejerzan el control sobre ella”.  Las fuerzas armadas podrían tener autonomía en su actuar; ciudadanos manifestándose en las ciudades serán considerados como una amenaza. La manifestación no le conviene al gobierno, la inconformidad colectiva es indicio de una posible transformación y eso es una amenaza para los que ejercen el poder. La ley de seguridad interior lo posibilita.  
El aislamiento es una forma básica de control; hay una idea trillada que salpica el pensamiento contemporáneo del mexicano, pensar que el cambio empieza por uno mismo. De formas particulares e individuales no se constituyen transformaciones, los cambios siempre se producen a través de acciones colectivas que empiezan por consensos. La esclavitud se prohibió cuando el ser humano se movilizó a través de grandes masas que lo exigían.  El machismo se combate de forma colectiva, nunca desde ideas particulares; se discute para llegar a pensamientos colectivos y acuerdos.
Los medios de comunicación han consolidado ese sistema de aislamiento, y no es difícil acentuarlo en un país tan diverso, la diversidad se ha vuelto una condena entre los mexicanos. No debe permitirse que se comuniquen entre ellos, que lleguen a acuerdos. Pero todo se sale del control previsto, las injusticias sobrepasan la tolerancia social, los gasolinazos provocan un “no puedo más”, la muerte de Rosalinda Esthefanie Morales García que abordó un taxi en Metepec , nos recuerda que las mujeres no están seguras, más de 300 feminicidios en 2017 lo confirman, los mexicanos cada vez tenemos menos, y cuando no tengamos nada, no tendremos qué perder y arriesgaremos hasta nuestra propia vida en el intento de cambiar el estado actual de las cosas.
La calle es un espacio público, donde ocurre la interacción diaria, se toma un camión, se habla con el chofer, se pide permiso, se da las gracias, se encuentran escenarios artísticos, se come delicioso, se compra una rosa, se enamora. La calle es de todos. El miedo frecuente incitado por el gobierno pretende que las personas no salgan de sus casas. No hablen con nadie. El miedo nos quita la libertad, nos quita vida.
El año está por terminar con él un último escándalo, la Ley de Seguridad Interior  deja incertidumbre para el año que viene. Y los políticos aseguran y desean un buen año, con un optimismo ciego, pues sería raro en ellos no garantizar bienestar, aunque cínicos se proyecten.
El mexicano exigirá nuevas formas de manifestarse porque así lo requiere, está harto y no puede más; quizá no conoce el camino, pero sabe que los políticos tampoco y el mexicano honesto, trabajador y propositivo tiene derecho a quejarse. El mexicano necesita que su entorno cambie;  y en un mundo capitalista las necesidades están para satisfacerse.


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