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¡Consíguete una vida, la Netflix!

Por: Javier Millán Gómez
También veo Netflix, soy aficionado a las series como Stranger Things y Club de Cuervos, y otras más que están fuera de esta plataforma digital. Algunas han sido de mi particular agrado como “XY”, serie televisada por Canal Once, “Los simuladores” remake transmitido por Televisa o “Merlí”, cuyo contenido es cien por ciento catalán.

Series por todos lados; contenidos merodeando por distintos medios digitales. Series para cualquiera, cualquiera que es incapaz de generar sus propias historias. Víctimas todos, mercado global.

Hace unos días, los sitios web “Life and Style” y “Expansión MX”, dieron a conocer que los mexicanos ocupan el primer lugar en “maratonear” en Netflix, de acuerdo con una encuesta realizada por la misma plataforma, los usuarios de este país consumen los contenidos del sitio casi de forma inmediata, terminan con las temporadas en unos cuantos días. Y no sólo eso, el contenido es visto fuera del hogar, la oficina y la escuela son algunos espacios donde los mexicanos suelen ver sus series o películas favoritas. La información estadística también mostró que junto a los chilenos y colombianos; los mexicanos son los usuarios más sensibles a los contenidos, expresando emociones durante la visualización de lo que observan en Netflix.

Me preocupa el deseo efervescente de un público ávido de contenidos, de historias; la manía de terminar con los episodios cuanto antes y expresar en redes sociales el deseo y la desesperación de visualizar las próximas temporadas.

El filósofo francés Guy Debord, en el libro “La sociedad del espectáculo”, describe al ser humano de las últimas décadas como un espectador constante que ha sustituido la imagen por la cosa, entendiendo esta última como el aspecto que constituye lo viviente, la experiencia humana donde la persona se vuelve intérprete de la historia. Para el francés, las relaciones sociales ya no se dan en referencia a lo vivo, percibido a través de la experiencia propia, los vínculos ahora se dan entre personas mediatizadas por la imagen, que contemplan aquello en lo que no están involucrados.

Algo preocupante ocurre con la sociedad consumidora de historias digitales, sería terrible descubrir que las personas no saben qué hacer con sus vidas, ni mucho menos cómo contarlas, necesitan que alguien más cuente algo por ellos y que al día siguiente su interacción con otros seres humanos radique en las historias de eso a lo que son ajenos. Por eso se desesperan y exigen más contenido.

Como consumidor de Netflix, pienso que los nuevos contenidos de estas plataformas digitales resultan ser bastante interesantes, despiertan la atención por la exclusión de los clichés a los que otros medios nos han tenido acostumbrados. Sin embargo, esto no debería de apartar a los seres humanos de su propia individualidad y protagonismo en su vida diaria, en sus acciones y en las historias que pueda ser capaz de contar a otros, donde él es el intérprete, el creativo, el específico.

La vida ajetreada que el capitalismo conlleva, donde los seres humanos están más preocupados en producir para los demás que para sí mismos; ha generado una anestesia con efecto permanente, donde se piensa en términos y condiciones de alguien más. Y parece que esto requiere más de una conciencia repentina que una solución pragmática y funcional. Pues el ser humano ya no sabe cómo contar sus historias, prefiere subir una selfie al Whatsapp o al Instagram y que los demás la contemplen opinando con un “me gusta”, que decirles cómo está mirando su propia vida.





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