Por: Javier Millán Gómez
(Publicado en el diario "El Sol de Toluca". Viernes 12 de Octubre de 2019)Quizá el cine no es tan poderoso como pretende, pero propicia discusiones, genera preguntas y obliga a pensar.
Ya fui dos veces a ver la película “Guasón”, una película por demás anunciada como perturbadora, sin embargo, la violencia expresada en el filme todavía no alcanza a propiciar el silencio en la sala. El par de ocasiones que fui, escuché a un público riendo en la sala, frente a situaciones de la historia que me resultaron incómodas. Concientizar sobre la violencia debe generar silencio, no algarabía. El silencio es el mejor indicador de que algo se está pensando. La violencia real o ficticia debe pensarse.
En reiteradas ocasiones me he declarado enemigo de todo aquello que otorgue un privilegio social sin que este sea producto del esfuerzo; el color de piel, el sexo, los apellidos o el lugar donde pertenecemos o incluso nuestra raza. No puedo concebir una naturaleza por encima de la conciencia humana y sobre todo la libertad. Pensar que biológicamente estamos programados para algo, resta sentido a la existencia frente a los demás, aunado a la dinámica de tener opciones y poder elegir qué es lo que queremos.
“Guasón” me hizo pensar en todo esto. Arthur Fleck es un hombre afectado neurológicamente por un traumatismo ocasionado en la infancia, desde ese entonces tiene ataques de risa incontrolable, se vuelve un fenómeno; es violentado por los demás, les parece ridículo, extraño y lo golpean. Siendo obligado a llevar consigo una pequeña tarjeta que indica que tiene una enfermedad, su condición natural lo rebasa, hay algo que lo controla y no puede hacer nada al respecto, aparentemente.
Las decisiones del personaje a lo largo de la película están llenas de una racionalidad profunda, Arthur conoce las causas y las consecuencias de lo que hace, asesina únicamente a quienes lo agreden o le han generado un disgusto o deslealtad. Los jóvenes en el metro, su ex compañero de trabajo que había dicho a su jefe que Arthur quería comprar un arma, el conductor de televisión y la trabajadora social de la escena final que no entiende por qué se ríe.
Guasón es un ejemplo de alguien que ejerce una libertad y se sobrepone a una condición natural que lo vuelve víctima. Es la violencia obligada, una sociedad que oculta las necesidades de los extraños, propicia frustraciones y no garantiza la inclusión de las minorías, generando un descontento que se manifiesta y busca erradicar todo aquello que victimiza.
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