Por: Javier Millán Gómez
Transcurrió más de una semana desde las elecciones presidenciales, la discusión entre la opinión pública sigue estando tan presente que está permitiendo analizar y visualizar todos los desafíos que enfrentará Andrés Manuel López Obrador al tomar el mando principal de un país en constante declive.
Parece que todo le salió bien al candidato de Morena, no sólo quería ganar la presidencia, también quería obtener la mayoría en el congreso y en el senado, así lo expreso en uno de sus spots propagandísticos. El efecto AMLO a través del partido Movimiento de Regeneración Nacional, salió como se esperaba, incluso generando escándalos al ganar un bastión históricamente priista en el Estado de México, la alcaldía en Atlacomulco, cuna de políticos tricolores cuyos rincones vieron nacer al actual presidente Enrique Peña Nieto.
No sólo el Estado de México se pintó de color vino en el mapa electoral, el “Mijis” ganó un puesto entre los diputados locales de San Luis Potosí; las redes sociales virtuales incluso comenzaron a defenderlo, había personas que sentenciaban su pertenencia a una pandilla y los tatuajes en su cuerpo. Pedro César Carrizales es el nombre del diputado local electo de Morena, que comenzó ayudando a la gente después de cometer varios intentos de suicidio.
Por otro lado, la presidencia municipal de Cuernavaca, también se pintó con el color del partido de López Obrador, sin embargo, no existe candidato. Días antes de la elección, el tribunal electoral canceló la candidatura de José Luis Gómez Borbolla, sin embargo, su nombre apareció en las boletas. El candidato ganó en la capital del estado de Morelos sin hacer campaña política.
La lección que dejó el efecto AMLO, fue que el hartazgo político ante los partidos tradicionales pudo más que cualquier conocimiento sobre los candidatos del partido. La gente fue a “tachar” en las boletas el partido de Morena, no fue necesario que cada político hiciera campaña o se diera a conocer como persona frente a la opinión pública. Morena representa una opción nunca antes elegida.
Con una victoria del 53% de AMLO sobre sus adversarios Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez; y más de un 60% de participación ciudadana. El triunfo de López Obrador se encuentra legitimado.
Sin embargo, el desafío que enfrentará Andrés Manuel como el primer representante de la izquierda mexicana en llegar al poder, será muy grande. Primero tendrá que administrar las ideologías de los partidos de la coalición de la que forma parte, la más preocupante es la relacionada con Encuentro Social que ha mantenido posturas conservadoras entorno a las libertades de las mujeres y de las personas del mismo sexo. Andrés Manuel no ha defendido abiertamente a los grupos minoritarios, insiste en someter todo a consultas ciudadanas.
Es cierto, tendrá la oportunidad de poner el ejemplo; Felipe Calderón quería paz y combatía con violencia al crimen organizado, y no se arrepentía, llamaba “daños colaterales” a los civiles que eran víctimas de fuego cruzado. El presidente azul no ponía el ejemplo.
Andrés Manuel tiene que empezar a construir una reputación, es decir una percepción a través del tiempo, no por el mismo, si no por la idea de que la izquierda mexicana puede funcionar, es cierto, las escaleras se barren de arriba abajo y AMLO puede comenzar con los intentos de erradicar la corrupción desde su gabinete.
López Obrador ha criticado a la clase política que cobra factura con abundancia económica, tiene la oportunidad de separar esa simbiosis que han generado administraciones anteriores, el político tiene que dejar de abusar. Sin embargo, sus esfuerzos no sólo deben centrarse en eso.
Aún no comienza su gestión y Andrés Manuel ya está siendo señalado, la expectativa es alta y la crítica de los partidos opositores empieza a salir a la superficie. Comenzar a trabajar en sus primeras propuestas consolidará la imagen de credibilidad del Morenista.
Quién sabe si lo logre, resultará difícil, pues como alguna vez apuntó la escritora Denise Dresser: “El sistema político mexicano está tan arraigado que todos los partidos políticos se vuelven muy similares a la hora de gobernar”.
Transcurrió más de una semana desde las elecciones presidenciales, la discusión entre la opinión pública sigue estando tan presente que está permitiendo analizar y visualizar todos los desafíos que enfrentará Andrés Manuel López Obrador al tomar el mando principal de un país en constante declive.
Parece que todo le salió bien al candidato de Morena, no sólo quería ganar la presidencia, también quería obtener la mayoría en el congreso y en el senado, así lo expreso en uno de sus spots propagandísticos. El efecto AMLO a través del partido Movimiento de Regeneración Nacional, salió como se esperaba, incluso generando escándalos al ganar un bastión históricamente priista en el Estado de México, la alcaldía en Atlacomulco, cuna de políticos tricolores cuyos rincones vieron nacer al actual presidente Enrique Peña Nieto.
No sólo el Estado de México se pintó de color vino en el mapa electoral, el “Mijis” ganó un puesto entre los diputados locales de San Luis Potosí; las redes sociales virtuales incluso comenzaron a defenderlo, había personas que sentenciaban su pertenencia a una pandilla y los tatuajes en su cuerpo. Pedro César Carrizales es el nombre del diputado local electo de Morena, que comenzó ayudando a la gente después de cometer varios intentos de suicidio.
Por otro lado, la presidencia municipal de Cuernavaca, también se pintó con el color del partido de López Obrador, sin embargo, no existe candidato. Días antes de la elección, el tribunal electoral canceló la candidatura de José Luis Gómez Borbolla, sin embargo, su nombre apareció en las boletas. El candidato ganó en la capital del estado de Morelos sin hacer campaña política.
La lección que dejó el efecto AMLO, fue que el hartazgo político ante los partidos tradicionales pudo más que cualquier conocimiento sobre los candidatos del partido. La gente fue a “tachar” en las boletas el partido de Morena, no fue necesario que cada político hiciera campaña o se diera a conocer como persona frente a la opinión pública. Morena representa una opción nunca antes elegida.
Con una victoria del 53% de AMLO sobre sus adversarios Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Jaime Rodríguez; y más de un 60% de participación ciudadana. El triunfo de López Obrador se encuentra legitimado.
Sin embargo, el desafío que enfrentará Andrés Manuel como el primer representante de la izquierda mexicana en llegar al poder, será muy grande. Primero tendrá que administrar las ideologías de los partidos de la coalición de la que forma parte, la más preocupante es la relacionada con Encuentro Social que ha mantenido posturas conservadoras entorno a las libertades de las mujeres y de las personas del mismo sexo. Andrés Manuel no ha defendido abiertamente a los grupos minoritarios, insiste en someter todo a consultas ciudadanas.
Es cierto, tendrá la oportunidad de poner el ejemplo; Felipe Calderón quería paz y combatía con violencia al crimen organizado, y no se arrepentía, llamaba “daños colaterales” a los civiles que eran víctimas de fuego cruzado. El presidente azul no ponía el ejemplo.
Andrés Manuel tiene que empezar a construir una reputación, es decir una percepción a través del tiempo, no por el mismo, si no por la idea de que la izquierda mexicana puede funcionar, es cierto, las escaleras se barren de arriba abajo y AMLO puede comenzar con los intentos de erradicar la corrupción desde su gabinete.
López Obrador ha criticado a la clase política que cobra factura con abundancia económica, tiene la oportunidad de separar esa simbiosis que han generado administraciones anteriores, el político tiene que dejar de abusar. Sin embargo, sus esfuerzos no sólo deben centrarse en eso.
Aún no comienza su gestión y Andrés Manuel ya está siendo señalado, la expectativa es alta y la crítica de los partidos opositores empieza a salir a la superficie. Comenzar a trabajar en sus primeras propuestas consolidará la imagen de credibilidad del Morenista.
Quién sabe si lo logre, resultará difícil, pues como alguna vez apuntó la escritora Denise Dresser: “El sistema político mexicano está tan arraigado que todos los partidos políticos se vuelven muy similares a la hora de gobernar”.
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