Por: Javier Millán Gómez
- ¿Le gusta el fútbol, don Manuel? -
-Sí-
- ¿Qué le pareció el partido de ayer? -
- ¡Qué chingonería! - respondió mientras continuaba boleando los zapatos. Reí abiertamente cuando me lo dijo, en efecto, coincido con él: ¡Qué chingonería!
Cuatro partidos se disputaron el 17 de junio de 2018, pero don Manuel sabía a cuál me refería, la victoria 1 – 0 de la selección mexicana sobre el equipo alemán se volvía una obviedad. A la mayoría de los mexicanos el fútbol nos gusta, y a las minorías si no les gusta les sorprende y alegra una victoria azteca sobre los teutones.
Hace cuatro años leí uno de los libros que más me han gustado, curiosamente lo recuerdo casi todo de él. Balón dividido de Juan Villoro aporta una visión social profunda sobre el fútbol, de acuerdo con el autor del libro, el deporte de las piernas es uno de los pocos escenarios donde un país tercermundista puede vencer a una potencia económica mundial. Ayer ocurrió.
México ocupa el lugar 147 en el ranking de países con mayor libertad de prensa, según el portal “Reporteros sin fronteras” de un total de 180 países, Alemania es el número 15. De acuerdo con el Banco Mundial, Alemania es la economía número 4, México es la 16. Alemania es el 7mo país más seguro para vivir de acuerdo con Legatum Institute, México es el 142 de 163 países en el índice global de paz 2017. En datos del Índice Global de Corrupción; Alemania está entre los menos corruptos ubicándose en el lugar 12, México es el 135.
Ellos que se proclaman mejores, orgullosos de ser alemanes, que enaltecían la goleada a la que sometieron a Brasil hace cuatro años, cuya plantilla de jugadores es casi 6 veces más cara que la de México, ellos los protagonistas de las dos guerras mundiales ayer sucumbieron ante el combinado tricolor.
Para Villoro los futbolistas mexicanos nos recuerdan que podemos ser mejores que cualquiera, que podemos salir adelante, que con esfuerzo y dedicación podemos lograr nuestros objetivos, que cuando todo parece perdido encontramos esperanza, que podemos sentirnos indignados y después ser capaces de reconocer.
Ayer, el goleador nacional Javier Hernández exponía sus lágrimas cuando en el estadio se entonaba el himno nacional, y el canto de casi 40 mil mexicanos presentes se escuchaba. La afición azteca apoyaba a los suyos, y el apoyo movió conciencias, mejoró los esfuerzos, logró objetivos. Algunos en redes sociales manifestaban su identificación con el chicharito, se emocionaban como él, de vez en cuando se siente muy bien ser mexicano, pero sobre todo debemos hacer más frecuente la identificación entre nosotros, decir: “Soy igual a él, igual a otro mexicano, nos parecemos, sentimos igual, pensamos igual”.
En medio de tanta basura política electoral que lo único que provoca es acentuar las diferencias ideológicas, el futbol nos viene bien y no sólo por las victorias, también por las discusiones que nos recuerdan el cambio permanente que debemos perseguir, para ser mejores no sólo en el fútbol; la bandera alemana quemada por unos de los aficionados mexicanos, se condenó en las redes sociales como una falta de respeto. El youtuber DebRyan Show que colocó una bandera teutona en el suelo para recostarse sobre ella haciendo movimientos sexuales, también causó indignación en la internet. Los comentarios sexistas en los memes sobre las supuestas escorts en la fiesta de la selección previa a la justa mundialista, también fueron sentenciados, el machismo mexicano tiene destellos, se hace presente y debe señalarse.
El futbol no es un distractor como antes, en redes sociales también circuló la noticia de la firma de Peña Nieto para privatizar el agua. La opinión pública no evade el resto de los acontecimientos que le afectan y repercuten negativamente en su vida.
La selección mexicana nos alegra, otorga ilusión y esperanza, pero consigo, también el futbol provoca discusiones señalando que algo nos hace falta, algo debemos cambiar. Para unos cuantos mexicanos el futbol no es para tanto, pero se continúa discutiendo, dicen que no es lo más importante, y nos señalan qué debe ser.
La selección mexicana sirve para evidenciar que podemos engendrar un sentimiento colectivo para salir adelante, vernos iguales entre nosotros, señalar la similitud más allá de la diferencia para comenzar a transformar no sólo el fútbol, si no también nuestra vida, y nuestro país en los rankings internacionales que nos siguen señalando como los peores.
- ¿Le gusta el fútbol, don Manuel? -
-Sí-
- ¿Qué le pareció el partido de ayer? -
- ¡Qué chingonería! - respondió mientras continuaba boleando los zapatos. Reí abiertamente cuando me lo dijo, en efecto, coincido con él: ¡Qué chingonería!
Cuatro partidos se disputaron el 17 de junio de 2018, pero don Manuel sabía a cuál me refería, la victoria 1 – 0 de la selección mexicana sobre el equipo alemán se volvía una obviedad. A la mayoría de los mexicanos el fútbol nos gusta, y a las minorías si no les gusta les sorprende y alegra una victoria azteca sobre los teutones.
Hace cuatro años leí uno de los libros que más me han gustado, curiosamente lo recuerdo casi todo de él. Balón dividido de Juan Villoro aporta una visión social profunda sobre el fútbol, de acuerdo con el autor del libro, el deporte de las piernas es uno de los pocos escenarios donde un país tercermundista puede vencer a una potencia económica mundial. Ayer ocurrió.
México ocupa el lugar 147 en el ranking de países con mayor libertad de prensa, según el portal “Reporteros sin fronteras” de un total de 180 países, Alemania es el número 15. De acuerdo con el Banco Mundial, Alemania es la economía número 4, México es la 16. Alemania es el 7mo país más seguro para vivir de acuerdo con Legatum Institute, México es el 142 de 163 países en el índice global de paz 2017. En datos del Índice Global de Corrupción; Alemania está entre los menos corruptos ubicándose en el lugar 12, México es el 135.
Ellos que se proclaman mejores, orgullosos de ser alemanes, que enaltecían la goleada a la que sometieron a Brasil hace cuatro años, cuya plantilla de jugadores es casi 6 veces más cara que la de México, ellos los protagonistas de las dos guerras mundiales ayer sucumbieron ante el combinado tricolor.
Para Villoro los futbolistas mexicanos nos recuerdan que podemos ser mejores que cualquiera, que podemos salir adelante, que con esfuerzo y dedicación podemos lograr nuestros objetivos, que cuando todo parece perdido encontramos esperanza, que podemos sentirnos indignados y después ser capaces de reconocer.
Ayer, el goleador nacional Javier Hernández exponía sus lágrimas cuando en el estadio se entonaba el himno nacional, y el canto de casi 40 mil mexicanos presentes se escuchaba. La afición azteca apoyaba a los suyos, y el apoyo movió conciencias, mejoró los esfuerzos, logró objetivos. Algunos en redes sociales manifestaban su identificación con el chicharito, se emocionaban como él, de vez en cuando se siente muy bien ser mexicano, pero sobre todo debemos hacer más frecuente la identificación entre nosotros, decir: “Soy igual a él, igual a otro mexicano, nos parecemos, sentimos igual, pensamos igual”.
En medio de tanta basura política electoral que lo único que provoca es acentuar las diferencias ideológicas, el futbol nos viene bien y no sólo por las victorias, también por las discusiones que nos recuerdan el cambio permanente que debemos perseguir, para ser mejores no sólo en el fútbol; la bandera alemana quemada por unos de los aficionados mexicanos, se condenó en las redes sociales como una falta de respeto. El youtuber DebRyan Show que colocó una bandera teutona en el suelo para recostarse sobre ella haciendo movimientos sexuales, también causó indignación en la internet. Los comentarios sexistas en los memes sobre las supuestas escorts en la fiesta de la selección previa a la justa mundialista, también fueron sentenciados, el machismo mexicano tiene destellos, se hace presente y debe señalarse.
El futbol no es un distractor como antes, en redes sociales también circuló la noticia de la firma de Peña Nieto para privatizar el agua. La opinión pública no evade el resto de los acontecimientos que le afectan y repercuten negativamente en su vida.
La selección mexicana nos alegra, otorga ilusión y esperanza, pero consigo, también el futbol provoca discusiones señalando que algo nos hace falta, algo debemos cambiar. Para unos cuantos mexicanos el futbol no es para tanto, pero se continúa discutiendo, dicen que no es lo más importante, y nos señalan qué debe ser.
La selección mexicana sirve para evidenciar que podemos engendrar un sentimiento colectivo para salir adelante, vernos iguales entre nosotros, señalar la similitud más allá de la diferencia para comenzar a transformar no sólo el fútbol, si no también nuestra vida, y nuestro país en los rankings internacionales que nos siguen señalando como los peores.
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