Por: Javier Millán Gómez
No vi el debate, pero no fue por falta de interés, olvidé la fecha y la hora por completo, al entrar a las redes sociales, conseguí una contextualización sobre lo que había pasado, mis contactos en Facebook parece que estuvieron al pendiente, emitían juicios, publicaban memes y hacían chistes.
Sus comentarios me reflejaban grosso modo la esencia del debate, los comentarios frecuentes generan una perspectiva que establece cualquier opinión pública, la conocemos a partir de lo que se expresa, la democracia sin manifestación de las ideas, no se conoce, no existe.
La opinión pública después del debate no reflexionó sobre nada, no generó nuevas ideas; únicamente posicionó lo que consideró más importante, lo que fue parte de un acostumbrado espectáculo al que ya nos tienen acostumbrados los debates entre los candidatos a la presidencia de la república. El debate no existió, sólo una manifestación extraña de entretenimiento.
La confrontación de ideas, la argumentación, la retórica son elementos fundamentales en cualquier debate. Sin embargo, mostrar las ideas, traducirlas al público y hacer pensar lo que nunca se ha pensado, resulta complicado de hacer frente a un público mexicano que se encuentra desinformado; que reproducen las ideas mediáticas sin cuestionar. Andrés Manuel es un peligro, Meade es corrupto, Anaya lava dinero, Margarita es igual que su esposo, el Bronco no es realmente un candidato independiente.
Lo anterior orilla al debate electoral, a volverse otra cosa, una forma de violencia y descalificación que es fácilmente identificable. El bronco quiere mocharles la mano a los corruptos, y eso es fácil de entender, cuestionar y es material para burlarse de él en redes sociales.
Para Johan Galtung, especialista en estudios para la paz, los debates son formas de violencia, radican en la imposición de ideas, en la imposibilidad de aceptar opiniones ajenas.
Los debates mexicanos son formas particulares de ejercer la violencia, pero sin imponer ideas, únicamente descalificando al adversario, se vuelve una cuestión personal. Juicios son muchos, pero explicaciones y demostraciones son inexistentes.
¿Qué necesita ocurrir en un debate para volverlo atractivo y al mismo tiempo volverlo un espacio donde germinen las nuevas ideas y perspectivas que pretender resolver los problemas de este país?
Es necesario traducir en los debates, ejemplificar, mostrar soluciones puntuales a problemas específicos, la corrupción se da en varios rubros, en cada rubro debe atenderse de distinta manera. Es importante que los candidatos visualicen esas formas, multidimensionen los problemas, los vuelvan complejos; logren que sus electores los entiendan, se identifiquen.
No vi el debate, pero quizá no es necesario verlo para darse una idea de lo que ocasiona, la mejor forma de entender un evento televisivo de esas características es por el impacto que genera en sus audiencias, que comentan, opinan, defienden, comparten, retwittean o vuelven tendencia.
Los candidatos saben que el público mexicano busca un espectáculo violento con dosis de descalificaciones y acusaciones personales. Y se lo dan.
No vi el debate, pero no fue por falta de interés, olvidé la fecha y la hora por completo, al entrar a las redes sociales, conseguí una contextualización sobre lo que había pasado, mis contactos en Facebook parece que estuvieron al pendiente, emitían juicios, publicaban memes y hacían chistes.
Sus comentarios me reflejaban grosso modo la esencia del debate, los comentarios frecuentes generan una perspectiva que establece cualquier opinión pública, la conocemos a partir de lo que se expresa, la democracia sin manifestación de las ideas, no se conoce, no existe.
La opinión pública después del debate no reflexionó sobre nada, no generó nuevas ideas; únicamente posicionó lo que consideró más importante, lo que fue parte de un acostumbrado espectáculo al que ya nos tienen acostumbrados los debates entre los candidatos a la presidencia de la república. El debate no existió, sólo una manifestación extraña de entretenimiento.
La confrontación de ideas, la argumentación, la retórica son elementos fundamentales en cualquier debate. Sin embargo, mostrar las ideas, traducirlas al público y hacer pensar lo que nunca se ha pensado, resulta complicado de hacer frente a un público mexicano que se encuentra desinformado; que reproducen las ideas mediáticas sin cuestionar. Andrés Manuel es un peligro, Meade es corrupto, Anaya lava dinero, Margarita es igual que su esposo, el Bronco no es realmente un candidato independiente.
Lo anterior orilla al debate electoral, a volverse otra cosa, una forma de violencia y descalificación que es fácilmente identificable. El bronco quiere mocharles la mano a los corruptos, y eso es fácil de entender, cuestionar y es material para burlarse de él en redes sociales.
Para Johan Galtung, especialista en estudios para la paz, los debates son formas de violencia, radican en la imposición de ideas, en la imposibilidad de aceptar opiniones ajenas.
Los debates mexicanos son formas particulares de ejercer la violencia, pero sin imponer ideas, únicamente descalificando al adversario, se vuelve una cuestión personal. Juicios son muchos, pero explicaciones y demostraciones son inexistentes.
¿Qué necesita ocurrir en un debate para volverlo atractivo y al mismo tiempo volverlo un espacio donde germinen las nuevas ideas y perspectivas que pretender resolver los problemas de este país?
Es necesario traducir en los debates, ejemplificar, mostrar soluciones puntuales a problemas específicos, la corrupción se da en varios rubros, en cada rubro debe atenderse de distinta manera. Es importante que los candidatos visualicen esas formas, multidimensionen los problemas, los vuelvan complejos; logren que sus electores los entiendan, se identifiquen.
No vi el debate, pero quizá no es necesario verlo para darse una idea de lo que ocasiona, la mejor forma de entender un evento televisivo de esas características es por el impacto que genera en sus audiencias, que comentan, opinan, defienden, comparten, retwittean o vuelven tendencia.
Los candidatos saben que el público mexicano busca un espectáculo violento con dosis de descalificaciones y acusaciones personales. Y se lo dan.
Comentarios
Publicar un comentario