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Priennials. El grupo de jóvenes que no transforma

Por: Javier Millán Gómez
Hace unos días el diario español El País publicó una nota titulada: “Yo, ‘priennial’: los jóvenes que buscan revindicar al partido más viejo del México.
La nota me resultó por demás interesante, una descripción sutil pero sustanciosa, utilizando declaraciones del sector juvenil de los priistas, abarcado desde estereotipos proyectados en las redes sociales, hasta el orgullo de sus simpatizantes y su contra respuesta a quienes los sentencian.
Escribí hace unos meses mi opinión general sobre el partido político más viejo de México, una institución que ha resultado ser una hegemonía y quizá como en muchos otros aspectos de nuestro entorno, queremos ver a las hegemonías derrotadas. Aún no entiendo por qué hay jóvenes que alimentan esa hegemonía, esa organización que selecciona con “dedo maligno”, como dice Pago Ignacio Taibo II, lo que es aceptable y lo que no es permitido. En realidad, quiero que un joven priista me demuestre que estoy equivocado, no quiero tener razón, quisiera pensar que los priistas son los mejores políticos. Pero no logran demostrarlo, ni argumentarlo.
De acuerdo con la nota del diario español, un 16% de los jóvenes encuestados entre 18 y 29 años votaría por José Antonio Meade. Posiblemente los jóvenes de 29 años despertaron su conciencia política a los 20, cuando Felipe Calderón era presidente y el PAN, demostraba el fracaso de la alternancia; la disidencia siempre coquetea con los jóvenes, en ese entonces la contrariedad encontraba un camino dentro del PRI.
Cualquier grupo social siempre es un espacio de identificación y pertenencia para los seres humanos, la familia, una tribu urbana, la afición hacia un equipo de fútbol, la religión, etc. La identidad de los jóvenes priistas aún no la he comprendido, sin embargo, responde a los supuestos teóricos de Sigmund Freud sobre el funcionamiento de los grupos.  
Para Freud estar en un grupo y admirar a su líder es similar al enamoramiento sexual entre las parejas; existe una ceguera que genera dependencia hacia el ser amado, se imposibilita visualizar la entereza de la persona, no tiene errores, es perfecta. De acuerdo con el teórico austriaco, la desaparición de los líderes generaría un caos entre los miembros de su grupo, es por ello que los miembros buscan siempre preservar la continuidad de sus líderes, gracias a ellos se les atribuye un orden, aceptable por todos los miembros de colectivo, la desaparición de sus líderes altera ese orden en el que han encontrado su bienestar y no el de los demás.
Los jóvenes priistas no sólo han encontrado su espacio de identificación, también lo han hecho con su bienestar, para ellos no hay mucho que transformar, se dedican a la preservación. La conservación de una estructura que ha encontrado camino para su funcionamiento y su continuidad, la simulación es la constante; erosionando la individualidad de sus miembros, todos ellos acatan las instrucciones específicas de su partido. Lo podemos ver en las decisiones tomadas en el senado, todos los priistas votan siempre de la misma manera, no hay diferencia, ni sentido individual de las personas que representan a una comunidad específica.
Aún continúo preguntándome, en qué momento un joven elige ser priista, cuáles son las circunstancias en las que se encuentra para elegir ese partido, por qué no escoge otro grupo político u otra forma alternativa de pensar, de qué forma entiende el significado de lealtad tergiversada, cuándo entiende a la institución como una entidad omnipresente e invisible; en lugar de cuestionarse sobre las decisiones de cada miembro del grupo, qué necesita para replantear los objetivos por los que está luchando. 
Los jóvenes priistas forman parte del llamado “voto duro”, es decir, cualquier cosa que pase dentro de su partido, no desistirá sus intenciones electorales, votarán por el PRI. Y ese será un voto que preserve, no que transforme.



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