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El político mexicano y la necesidad de ser hipócrita

Por: Javier Millán Gómez
“Soy honesto, soy sincero, soy humilde, soy un ciudadano, soy trabajador”
Para el filósofo francés Jean-Paul Sartre, la existencia de los seres humanos está evidenciada por sus acciones, no por el mero acto de atribuirse un adjetivo. No es suficiente proclamarse a sí mismo como “honesto” o “trabajador”, es necesario evidenciar a través de las acciones, los actos que demuestren que se posee esa condición. Por ejemplo, el hecho de “Ser honesto” estaría demostrado al momento de devolver 2 o 3 pesos adicionales en el cambio recibido luego de pagar una cuenta. -Esos pesos “de más” no me corresponden, los devuelvo-.
La vida de cada uno de los seres humanos es accidental, resultan infinitas las improbabilidades que llevaron a engendrar a cada uno de los habitantes en la tierra. La trascendencia de lo que hagamos o dejemos de hacer es fundamental para demostrar nuestra presencia en el mundo, una presencia nada indiferente, una existencia que sacuda y transforme la de los demás; y que por lo tanto no sea considerada como un accidente, sino como un hecho afortunado.  
Los políticos mexicanos están desesperados por demostrar esa existencia en el mundo que valga la pena. Se enriquecen, realizan alianzas para protegerse, existen para ellos mismos; pero en tiempos electorales existen para los demás.
Y no hay excepción, al menos no en los tres candidatos virtuales más fuertes a la presidencia de la república. Ricardo Anaya expone en redes sociales un hecho cotidiano, lleva a sus hijos a la escuela, quiere demostrar que existe como los demás: Ordinario. Pero el resto de su vida es totalmente ajena a la de los mexicanos, sus hijos vivían y estudiaban en Atlanta, Estados Unidos. Aunado a esto, se estimó en 2016 que los gastos del panista ascendían a 2 millones y medio de pesos anuales. Lejos de la realidad del resto de los mexicanos. Sin embargo él quiere demostrarse como la mayoría de los que pretende gobernar.
El líder de la oposición Andrés Manuel López Obrador, emitió un spot en donde asistía a una estética en Veracruz. Narrando la experiencia insulsa de su infancia y la acción de cortarse el cabello, quiso mostrarse común y corriente. Al igual que un video emitido hace varios meses en donde se le veía siguiendo a una paloma, la escena resultó tan absurda que los memes no se hicieron esperar. El romanticismo pretencioso del referente principal de MORENA resultó claramente fingido.
Al último tenemos al candidato del partido tricolor, experto en simulación; José Antonio Meade viaja en vuelos comerciales al estilo Andrés Manuel, y se le ve comprando con su esposa la cena de fin de año en un supermercado. Manteniendo en secreto la parte de un patrimonio millonario proveniente de la empresa Kubre, S.A. de C.V. En su más reciente declaración ante la Secretaría de la Función Pública, informó ingresos netos por casi 2 millones y medio de pesos.
Los políticos mexicanos son seres ajenos, que buscan generar simpatía entre los electores, lo buscan siempre a través de la hipocresía, no saben existir de otra manera que no sea fingiendo y creyendo que eso les resultará aprobatorio socialmente, y a partir de la experiencia egoísta constituyen su propias verdades.
La comunicación política y el marketing no han encaminado sus estrategias hacia la sinceridad, la competencia se vuelca hacia la cotidianidad y lo común, los políticos no venden su autenticidad, venden su propia mentira.
Sería interesante evidenciar lo contrario en las campañas políticas, un político expuesto por su individualidad única; tal cual lo hizo Donald Trump, que despertó la inquietud de los norteamericanos ante sus efervescentes declaraciones mezquinas pero auténticas. Donald Trump mostró ser una persona transparente, llena de odio y desprecio pero terriblemente sincera.







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