Por: Javier Millán Gómez
Hace unas semanas reflexionaba sobre la solidaridad que motivaba a los mexicanos, el sismo del 7 de septiembre, parecía una buena prueba para los mexicanos. Nadie podía predecir que 12 días después el espíritu del mexicano sería puesto a prueba en una expresión humana de grandes proporciones.
Hace unas semanas reflexionaba sobre la solidaridad que motivaba a los mexicanos, el sismo del 7 de septiembre, parecía una buena prueba para los mexicanos. Nadie podía predecir que 12 días después el espíritu del mexicano sería puesto a prueba en una expresión humana de grandes proporciones.
Miles de Centros de Acopio se
instalaron en varias comunidades, la gente acudía a apoyar, incluso se
organizaban pequeñas brigadas para hacer llegar las despensas directamente.
Representantes de todos los países acudían al auxilio, personas comunes hacían
labores extraordinarios y perros rescatistas se volvían objetos de admiración y
reconocimiento.
La solidaridad se dibujó en todo
México, pero ¿Dónde están los poderosos de este país?, no, no hablo de la clase
política apática que después de la presión social decidieron renunciar a su
financiamiento para colaborar en la reconstrucción del país, me refiero a los
narcotraficantes, ese poder fáctico que ha cobrado factura en México durante
los últimos años.
Hace unos días en Chihuahua
apareció una donación misteriosa junto a un mensaje: “Les mandamos este apoyo esperemos que les sirva a los
damnificados del terremoto. Nosotros estamos para ayudar al pueblo. Atte Gente
nueva del TIGRE, carteles unidos (sic)”. Alimentos, cobijas y papel higiénico
formaban parte del donativo. Los narcos estaban ayudando desde el anonimato.
El 5 de Marzo de 2017 una nota en el periódico Excelsior
escrita por Anabella Pezet mostró una red de contactos a través de Twitter,
familiares de narcotraficantes se encontraban interconectados. Iván Guzmán hijo
del Chapo Guzmán aparece en la lista de ese rastreo de Redes Sociales. Ficticia
o no, la cuenta @IvanArchivaldo twitteo el 21 de Septiembre: “Lamento mucho lo
que estamos pasando en nuestro país, pero como me enseñó mi apá, ayudar a mi
gente y es lo que estamos haciendo”.
No es la primera vez que la solidaridad de los
narcotraficantes se hace notar; en 2013 un video fue difundido a través de la
web, bajo el título “Cártel del Golfo apoyando a Aldama” donde se mostraba la
ayuda que brindaba este grupo a los afectados por los huracanes Manuel e
Ingrid.
Siempre he creído que lo que transforma al ser humano radica
en las situaciones que enfrenta en su vida cotidiana, la unificación de los
mexicanos a pesar de su diversidad cultural e ideológica se generó por una sola
cosa: la esperanza como sentimiento constante que obliga al mexicano a no darse
por vencido pese a las situaciones más adversas, seguir adelante, aprender a
vivir aceptando y siendo consiente de cómo puede ayudar y qué es lo que puede
provocar; y sí, los narcotraficantes también tienen un código humano que se
hace presente, un código que identifica a las víctimas y les permite intervenir
frente a los más necesitados. La tragedia con gente inocente mueve sentimientos
de solidaridad en los mexicanos, y sí, los narcotraficantes también son
mexicanos.
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