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Partidistas empedernidos, candidatos mediocres

Por: Javier Millán Gómez
El candidato llegó al evento de “Debates públicos” organizado por el Instituto Electoral del Estado de México. Portaba una chamarra y una camisa a cuadros que no se percibía notoriamente, pantalón de mezclilla y zapatos sin lustrar constituían su indumentaria, el resto de los candidatos a la presidencia municipal de Rayón en el Estado de México, vestían para la ocasión, tenían que reflejar autoridad a través de la corbata, del saco o el abrigo. Se tomaron en serio la competencia.

El presidente municipal con licencia y candidato nuevamente a la alcaldía de la región por el partido tricolor, sacó de una mochila un par de folders y documentos, un resaltador de textos y un lapicero; a diferencia de sus contrincantes él tenía un montón de cosas encima de su lugar donde se disponía a iniciar el debate. Me recordó al personaje de Mr. Bean cuando se dispone a realizar un examen y coloca sobre su mesa muchas cosas que resultan innecesarias, pero el candidato priista tenía que estar preparado, no es fácil ser partidario de una de las instituciones políticas más viejas de México, sabiendo que los errores son constantemente señalados, él no puede por sí solo, necesita auxiliarse, sacar el acordeón para exponer lo que por sí solo es incapaz de recordar.

El candidato quiere prolongar su mandato, ya fue presidente municipal tres años, el priista quiere otros tres. Comienza su participación en el debate, se alarga y es redundante, no cuida las palabras dice cosas como: “Es necesario atender las necesidades”, se explaya y el tiempo no le alcanza, siendo interrumpido en dos ocasiones por la moderadora del IEEM, anunciando que su tiempo se ha terminado. El presidente municipal está acostumbrado a hablar mucho.

El debate terminó y algunos aplausos del público presente se hicieron evidentes en un par de momentos durante el evento. Por increíble que pudiera parecer, había gente que le aplaudió al priista.

No entiendo aún a los partidistas empedernidos, ciegos, no sólo del PRI, también de cualquier partido, se casan con la institución y no la abandonan; me da la impresión que si el candidato llega a ser un pollo, votarán por él y cualquier cosa que cacaree les parecerá una magnífica propuesta.

Los perredistas y panistas apoyarán la alianza, aún cuando esta parezca incongruente y poco clara, hace un año eran adversarios, se juzgaban y sentenciaban unos a otros. Hoy se abrazan, ahora apoyan a quién sea, no cuestionarán nada porque es su partido y pase lo que pase serán leales, aunque sean absurdos e incongruentes.

El voto duro, las personas que siempre votarán por el mismo partido, no transforman nada, no exigen nada, mientras existan partidarios empedernidos los candidatos continuarán con el esfuerzo mínimo, con una campaña débil sin mensajes ni propuestas, alianzas al por mayor y una nula capacidad de trabajar y mejorar continuamente. Si los candidatos siguen siendo los mismos, es porque no hace falta ser diferentes, no es necesario convencer a través de la palabra, tienen votos asegurados y a veces hasta esos votos son suficientes para ganar una elección.

Cuando al candidato se le acepta inmediatamente, no se esforzará en nada el resto de su campaña.

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