Por: Javier Millán Gómez
Mil millones de personas utilizan YouTube, de acuerdo con el portal UNOCERO. 1,500 canales en la plataforma tienen más de un millón de suscriptores, cifra también indicada por el mismo portal.
Mil millones de personas utilizan YouTube, de acuerdo con el portal UNOCERO. 1,500 canales en la plataforma tienen más de un millón de suscriptores, cifra también indicada por el mismo portal.
Esos canales tienen un alcance considerable, se vuelven
espacios con líderes de opinión, pero la fundamentación de sus posturas
ideológicas se basan en el número de “likes” que consiguen en sus redes
sociales, no manifiestan argumentos
sólidos, ni mucho menos explicaciones profundas y distintas al resto de otros
líderes dispersos en cualquier otra plataforma mediática. Basta aparecer en la
pantalla de YouTube para adquirir credibilidad,
y la postura se consolida cuando un millón de visitas consolidan la
legitimidad.
La “Mars” Aguirre adquirió popularidad por sus declaraciones
en contra de los pobres, y su postura fue sujeta a controversia, y cuando algo
es controvertido significa que hay dos extremos: de acuerdo y desacuerdo;
YouTube le dio la oportunidad. En definitiva esto no tendría que generar
controversia. Una mujer que se aleja de la educación, no tendría por qué
educar, ni mucho menos por qué convencer. Su situación debería alejarla de toda
credibilidad frente a su audiencia. Pero es suficiente, aparecer en YouTube y
ser popular. No hay espacio para cuestionar lo que los YouTubers están diciendo,
al menos no a través del Internet.
Hace un par de días veía un video de “Luisito Comunica”, su
contenido generado le apuesta a la curiosidad, y de primera instancia parece
interesante. Sin embargo, en uno de sus videos reconocía la playera de un
transeúnte. -Está chida tu playera de Boba Fett- le mencionaba. Estaba en un
error, la playera era de los Stormtrooper. Es evidente que su conocimiento de
la saga de Star Wars no era tan claro. En otro de sus videos revela las curiosidades
del puente de Manhattan, no revela sus fuentes ni mucho menos cómo llegó a
saberlo, es probable que su audiencia no le cuestione. Sus diez millones de
suscriptores son susceptibles a creerle, aunque no tenga la información de
referencia. El trabajo del YouTuber ha desplazado la credibilidad del
periodista, y también ha mejorado su alcance.
Algunos jóvenes estudiantes me han dicho que entienden mejor
un tema académico cuando lo ven en YouTube que cuando lo leen. Y es debido al
contenido simplón y sumamente concreto que se da a conocer; la plataforma
digital de videos está diseñada para bebés que no tienen dientes, necesitan que
el alimento informativo se encuentre en forma de papilla, no hay tiempo de
triturar, saborear, diferenciar y digerir. Lo visual se vuelve regla frente a
todos aquellos que son incapaces de imaginar.
Los YouTubers vuelven simple lo complejo, y cuando eso
ocurre el pensamiento se esfuma; la nulidad de cuestionarse se vuelve
imperecedera y se conserva el estado actual de las cosas. Los conocidos
“Influencers” son portadores del espectáculo distante, de la ficción inerte que
no sacude a sus audiencias, al contrario, los vuelve pasivos, contemplan la
realidad desde su ordenador o celular. Los propietarios de los canales de YouTube
no incitan a los usuarios a hacer, sólo dejan que contemplen, permiten que sus
suscriptores los vean, en lugar de construir escenarios por sí mismos.
Es tanto el poder simbólico de los YouTubers que creen tener
dominio en otras áreas fuera de lo digital. La británica Elle Darby fue un caso
emblemático. A través de correo electrónico, pidió a un hotel en Dublin,
Irlanda, hospedarse gratis a cambio de publicidad. La petición fue negada por
el responsable del local, Paul Stenson. –Se necesitan pelotas para enviar un
correo electrónico como ese. Si te dejo dormir aquí a cambio de salir en un
video, ¿Quién va a pagarle al personal que cuida de ti?-
El hotel negó la petición, y la nota de lo sucedido fue
evidenciada a través del mismo espacio al que pertenecen los YouTubers, las
redes sociales. El desconocimiento de lo que implicaba la petición de Elle
Darby fue expuesto. Y seguramente el hotel encontró publicidad evidenciando la
petición, sin permitir que alguien que se considera influyente en el mundo de
la Internet obtuviera hospedaje gratis.
Es claro que los YouTubers influyen entre los suyos, pero en
otros rubros fracasan como cualquiera. Sólo espero que su hegemonía insulsa
sea limitada, y que el usuario o
internauta sea capaz de ponerlo en duda.
Comentarios
Publicar un comentario