Por: Javier Millán Gómez
Quiero ser claro desde un
principio: No me agrada la posible independencia de Cataluña.
Añado de una buena vez que no soy
un simpatizante del capitalismo ni de los sistemas opresores, y que quizá no
conozco tanto del tema como un catalán. Además de que considero despreciable la
represión por parte del gobierno español y la incapacidad de atender las
inquietudes de los catalanes. Me preocupa la independencia de la comunidad por
lo que puede representar, no sólo para los españoles, sino también para el
mundo entero y la historia humana.
Desde 1990 más de 25 países han
declarado su independencia. Los más notables son los que dejó la desaparición
de la Unión Soviética; Armenia, Letonia, Kazajistán, Bielorrusia son algunos de
ellos. La separación parece ser la constante en los sistemas políticos del
mundo, y no estamos muy lejos de ello, un muro quiere dividirnos con Estados
Unidos.
La comunidad de Cataluña busca la
separación, asumen un sentido propio de pertenencia, tienen una lengua y
cultura únicas; es una de las principales regiones económicas de todo el país cuya
recaudación y aprovechamiento ha estado mal administrada por parte del gobierno
español, siendo estas algunas de las razones que mueven sus deseos de
independencia.
El rey de España acusó a la
comunidad de Cataluña de ser desleal, y la semana pasada se declaró que habrá
acciones penales en contra de Carles Puigdemont, presidente de Cataluña. Los
intentos de negociación entre la comunidad catalana y el gobierno español han
sido poco satisfactorios y no prevalecen los intentos para llevarlos a cabo. Es
la voluntad de muchos contra el oficialismo del resto.
Un país independiente no sería
tan sencillo, tendría que crear su propia moneda y sistema económico, generar
su propia estructura en cuanto a pasaportes y políticas migratorias; y sobre
todo definir su estructura de gobierno. No sé qué tanto estén los catalanes
desarrollando estos aspectos con anticipación.
Mi desacuerdo de su independencia
no se fundamenta en la dificultad que esto podría generar, mi desacuerdo está
en la incapacidad que ha tenido el ser humano para negociar y ceder al deseo de
otros, el olvido de sí mismo para el bienestar de los demás, en un sentido
integro y de mutuo beneficio; y Cataluña no es la excepción.
Es una lucha constante entre los
catalanes y la fuerza represora que pretender suprimir los deseos de la comunidad
española a la que pertenece Barcelona. Dividir es la constante y reconocerse
asumiéndose diferentes, es una idea ajena y olvidada.
Creo que uno de los tantos
problemas del mundo, es acentuar la diferencia y no buscar la similitud entre
lo ajeno. En alguna ocasión leía un comentario bastante clasista en Facebook
que alimentó esta preocupación:
“Cuando voy en el camión
(refiriéndose al transporte colectivo) me gusta sacar mi Iphone para que los
demás se den cuenta que hasta entre los perros hay razas”.
No pude resistir comentar lo
siguiente:
“Mejor asúmete como perro en
lugar de prestar atención a las razas que no generan ninguna transformación”
(Palabras más, palabras menos)
El mundo y sus seres humanos han
acentuado estas lógicas de división, dejando a un lado los esfuerzos de
unificar y al mismo tiempo mantener el reconocimiento de lo diferente. Si
Cataluña se independiza será una muestra más de esa fragmentación del mundo,
que continúa dividiendo y diferenciando.
Espero que España y Cataluña se
atrevan a encontrar esa similitud que los ha mantenido unidos tantos años,
logren reconocerse a pesar de que la independencia de la comunidad se conceda.
Al menos siendo conscientes de las incapacidades y desafíos que tendrán que
afrontar en los próximos años, Cataluña como nuevo país y España sin una región
que le aporta riqueza económica y cultural.
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